¿Te gusta la cocina mediterránea? Sin duda, es mar, sol, huerta y tierra, con un concepto slowfood que promueve el consumo de productos naturales, con recetas locales, evitando las prisas y disfrutando de sabores reales.
En Sal i Fum somos expertos y queremos que disfrutes de un momento único a través de nuestra cocina creativa.
¿Qué es la cocina mediterránea?
La cocina mediterránea es una manera de comer en lugar de un plan de dieta formal. Incluye alimentos que se comen en Grecia, España, el sur de Italia y Francia y otros países que limitan con el Mar Mediterráneo.
Se centra en comer alimentos como frutas, verduras, hortalizas, granos integrales y panes con alto contenido de fibra, y aceite de oliva. La carne, el queso y los dulces están muy limitados. Los alimentos recomendados son ricos en grasas monoinsaturadas, fibra y ácidos grasos omega-3.
Las grasas permitidas son principalmente de aceites no saturados, como el aceite de pescado, el aceite de oliva y ciertos aceites de nueces o de semillas y de frutos secos. Estos tipos de aceite pueden tener un efecto protector sobre el corazón.
Orígenes de la cocina del mediterráneo
Hablar de los orígenes de la cocina mediterránea es casi como hablar de la historia de los alimentos que consumimos habitualmente.
Las bases se establecieron en la Antigua Grecia con el consumo del ingrediente emblema de la cocina mediterránea: el aceite de oliva, junto a otros alimentos como los cereales, vinos, pescados y carnes.
A partir de aquí, cada civilización que le sucedió fue aumentando su lista de ingredientes. Los romanos introdujeron frutas, como melocotones, limones, uvas, manzanas, peras, etc. También hortalizas como cebolla, puerros, espárragos, alcachofas, zanahorias, etc.
Los musulmanes nos llevaron otro cítrico, la naranja, a través de la Península Ibérica y el café.
En la Edad Media se empezó a consumir pasta y arroz y después se la llegada a las Américas se incorporan otros alimentos como las patatas y el cacao.
Características de la comida mediterránea
Una de las principales características de esta comida es su énfasis en alimentos frescos y no procesados, lo que la convierte en una opción más saludable y equilibrada que muchas dietas occidentales modernas. Además, se caracteriza por una moderada ingesta de vino tinto, que se consume con moderación y durante las comidas. Esta característica se ha asociado con beneficios para la salud, como la reducción del riego de enfermedades cardiovasculares.
También fomenta la actividad física regular y el disfrute de las comidas en compañía, lo que contribuye a una relación más saludable con la comida y a un estilo de vida más activo. En general, se considera una forma de alimentación equilibrada y sostenible, que puede ayudar a prevenir enfermedades y promover la salud en general.
Otra característica es su efecto positivo en la salud mental, se ha demostrado que puede reducir el riesgo de depresión y mejorar la función cognitiva. También se la conoce por su efecto antiinflamatorio, que reduce el riesgo de enfermedades crónicas.
Beneficios de la gastronomía mediterránea
Las investigaciones muestran que el consumo de estos alimentos disminuye el estrés oxidativo y son preventivos para la obesidad, enfermedad de Alzheimer, la diabetes, hipertensión arterial, distintos tipos de cáncer, osteoporosis, enfermedades cardiovasculares y muertes prematuras derivadas de estas patologías. Se habla en muchas ocasiones de los muchos beneficios nutricionales de la dieta mediterránea. Pero ¿a qué se debe?
- Bajo aporte en grasas saturadas.
- Alto aporte en grasas monoinsaturadas.
- Balanceada en ácidos grasos poliinsaturados (omega-3 y omega-6).
- Bajo aporte en proteína animal.
- Rica en antioxidantes.
- Rica en fibra.
- Rica en hidratos de carbono complejos.
Ingredientes básicos de la cocina mediterránea
Estos son los alimentos fundamentales de la cocina mediterránea:
- Cereales. En especial, el trigo, ingrediente básico del pan y de la pasta. Asimismo, poco a poco se han ido incorporando nuevos tipos de granos como el maíz, la cebada o el mijo y cada vez más, se apuesta por tomarlos sin refinar, lo que llamamos “integral”. Aportan hidratos de carbono y fibras, imprescindibles para tener energía y mantener en perfecto estado el aparato digestivo.
- Hortalizas. Todas son importantes en la preparación de ensaladas, sofritos y similares. El tomate, la cebolla, la berenjena, los pimientos o la lechuga suelen estar diariamente.
- Frutos secos y legumbres. A lo largo del año se consumen almendras, avellanas, nueces, castañas y piñones. Todos ellos, consumidos con moderación, inciden directamente en los niveles de Omega-3 y en la consecuente bajada del nivel de colesterol. Las legumbres, omnipresentes en los guisos más tradicionales, como las judías, las lentejas o los garbanzos son una fuente indiscutible de hidratos de carbono, proteína, vitaminas, grasas y minerales.
- El vino. Toda la costa mediterránea se caracteriza por sus producciones de vinos regionales, en los que cada país aporta sus señas de identidad. En la Europa mediterránea es costumbre disfrutar de una buena copa de vino para acompañar una buen acomida. Eso sí, siempre con moderación.
- Las especias. Las montañas y las sierras cercanas al mar se convierten en un mar de romero, de tomillo, de orégano y de todo tipo de hierbas aromáticas. Su uso en la cocina mediterránea no solo influye en el sabor, sino que también aportan propiedades saludables a cada plato y ayudan al sistema respiratorio a funcionar más efectivamente.
- El aceite de oliva. Es oro líquido. Sin duda, el elemento esencial dentro de la cocina mediterránea, el líquido se obtiene por el prensado en frío de las aceitunas. Éstas, se cosechan en otoño entre los meses de septiembre y noviembre.
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